Poco después de divorciarme mantuve un affaire cortísimo con un señor muy guapo pero muy cursi, que me enviaba cada día unos diez versos por guasap. Y no exagero. Tras digamos… ¿un mes? de mensajes constantes, desaparece de mi vida y de mi pantalla de móvil por diez días. Diez días en los que no coge el teléfono ni responde a mensaje alguno. Tras esos días reaparece en forma de mail, diciendo que “ se ha tomado un tiempo para reflexionar” pero que “ no hay ninguna otra mujer”. Excusatio non petita, acusatio manifesta. Yo le respondo que en esos diez días a mí también me ha dado tiempo de pensar, que no me siento preparada para tener una relación y que prefiero no seguir avanzando por el camino que estábamos a punto de recorrer juntos. Yo, como véis, también puedo ser muy cursi.
A día 14 se presenta en una fiesta en mi casa, a la que por cierto no había sido invitado, e intenta convencerme de que me vaya a la cama con él. Le digo que no. A día 16 en su perfil de Facebook empieza a mantener conversaciones muy cariñosas con otra mujer. Por lo que se dicen, deduzco que estuvo con ella en esos diez días en los que desapareció.
Esa mujer se llama Nuria. Al poco, empieza a colgar fotos de los dos juntos. Ella es morena, de pelo largo, busto generoso, ojos muy negros y brillantes. Se parece a mí. Durante más o menos un año le dedica a ella desde su perfil los mismos versos, con variaciones, que me dedicaba a mí.
Pero al tiempo la cosa se enfría. Y el empieza a colgar estados del tipo “ Ella dice que mi amor era leña mojada, que no daba calor. Debe ser porque su corazón es tan gélido que no hay quien lo caliente” Y por fin: “ La antigua complicidad que nos tuvimos se ha disuelto en la tinta en la que me escribiste la última carta”.
Y más tarde versos y versos sobre el amor perdido.
Al cabo de un mes del estado que aludía a la complicidad disuelta en tinta cuelga una foto de ambos juntos, sonrientes, en un restaurante, las manos enlazadas, con el siguiente estado: “Cuando te susurro un te quiero temblón al oído siento vibrar dentro de mí cuerdas adolescentes”
Y a los pocos días, este estado.
“ Ya he puesto el cava a enfriar y ya he abierto el grifo del baño. Ahora solo queda esperar a que llegue Marta a iluminar mi vida con sus lindas proporciones canela”
¿Marta? ¿Quién es Marta?
Y entonces me fijo en la foto del restaurante. Ella es morena, de pelo largo, busto generoso, ojos muy negros y brillantes. Pero no es Nuria. Es Marta. La misma Marta que responde al estado con un comentario:
“Ahora llego, cariño”.